[Entrada originalmente publicada en www.tapsevilla.es/blog]
Hola a todos!
Hoy traigo al blog una reflexión nacida del trabajo que llevo a cabo en los cursos de Master y Especialización, y que tiene que ver con las dudas que muchos alumnos muestran a la hora de diseñar sesiones de intervención asistida. Por lo general, la demanda de información más frecuente suele ser: ¿Cómo consigo introducir el perro para que la gente mejore?
En mi opinión, la mayor dificultad no radica en cómo responder a esta pregunta, sino en decidir si realmente estamos preguntando en la dirección correcta. Intentaré analizarlo de manera secuencial.
Recetarios de actividades con perros
Actualmente, existen en el mercado diversos libros centrados en ilustrar al lector acerca de la versatilidad del perro en la sesión de intervención. Es decir, muestran ejercicios o actividades que pueden llevarse a cabo con el perro. Algunos de estos son:
- Recetario ilustrado de ejercicios para terapia y actividades asistidas con perros. Escrito por Gilbert, Arroyo, de la Calle y Muñoz (Lincoln, disponible en su web)
- Manual práctico para técnicos y expertos en TAA. De Ristol y Domenech (CTAC, disponible en el Corte Inglés)
- 101 Creative ideas for animal assisted therapy. Escrito por Stacey Grover (disponible a través de Amazon).
Los lectores de este blog preguntan mucho por estos libros, buscando ideas que ayuden a organizar la terapia (/intervención). Pero, ¿estamos buscando las soluciones en el lugar adecuado? Considero que es necesario plantear la siguiente pregunta.
¿Quién protagoniza la intervención?
Normalmente, la gente que desconoce qué es una intervención asistida (ya sea terapia, actividad, educación u otra) pone mucha atención en el perro. Así, los pacientes (/clientes, usuarios, población objetivo…), los familiares, e incluso otros profesionales tienden a asumir que el perro es el centro de la acción. Pero éste es un error que un profesional de la IAA no puede cometer.
El perro sólo es un asistente de la intervención. El perro gusta, ayuda a crear un clima de trabajo más cálido, ahorra tiempo al crear la alianza, mejora la adherencia, participa en algunas (no necesariamente en todas) las acciones… ¡Es un recurso muy útil! Pero el trabajo no depende de él, sino del profesional que diseña e implementa. Y es esta persona quien se hace cargo de unir necesidades con soluciones específicas.
Evaluar, marcar objetivos, diseñar la intervención
Dicho esto, ya podemos entrar en la pregunta con que iniciamos el recorrido. ¿Estamos buscando la solución en el lugar adecuado? Yo considero que no.
El uso de perros en las intervenciones es una herramienta. Esto significa que es un medio para trabajar, y no una finalidad en sí misma.
Usemos una alegoría: si necesitamos clavar un clavo, podemos golpearlo con una piedra, un zapato o un martillo, que es el que nos da el mejor rendimiento (nos ahorra esfuerzo y maximiza el éxito). Pero tener un martillo no significa que haya que planear la obra en torno a él; sólo lo usaremos cuando sea pertinente. Construir la sesión para que gire en torno al perro es como construir una casa para darle protagonismo al martillo.
Entonces, ¿es que el perro no tiene nada que hacer en sesión? Por supuesto que sí; pero estará siempre subordinado a lo que la sesión necesite, y no al revés. Y, al igual que el arquitecto diseña el edificio, es el terapeuta quien tiene que decidir qué quiere obtener, y luego usar las herramientas a su alcance para completar los objetivos.
Y, curiosamente, es en este punto donde mayores problemas detecto, tanto entre los alumnos como entre las personas que escriben para consultar alguna duda. La mayor parte de ejercicios que se plantean para construir sesiones son verosímiles, podrían funcionar y tener utilidad; el problema no está en qué hacemos, sino en el para qué lo haríamos. Proponer soluciones saltándose evaluación, decisión y diseño es como jugar a la lotería… y si actuamos así, las intervenciones asistidas tienen muy difícil ganarse un puesto como alternativa terapéutica real.
En resumen
La recomendación básica a este respecto es muy sencilla: antes de buscar soluciones, hay que plantearse si conocemos el problema.
Centrar el esfuerzo en hacer una sesión «vistosa», poniendo a los perros en el centro de la acción, nos acerca más al espectáculo que a la intervención sistemática (como dice un compañero del Master, «los perritos con la pandereta»), mientras nos aleja del rigor y seriedad exigibles en un contexto sanitario.
El perro es un vehículo excepcional para dar calidez, velocidad y efectividad a las intervenciones, pero no deja de actuar como herramienta añadida a los recursos del terapeuta (u otro especialista, según la modalidad de IAA a la que hagamos referencia). Es normal que otras personas consideren que es el perro quien hace el trabajo… y tampoco creo que haga daño, mientras que nos permita llevar a cabo el trabajo que hemos diseñado. Pero, para crecer y afianzarnos como alternativa, será necesario desterrar esta confusión de entre los profesionales.
Y para cerrar el post, traigo una cita de Séneca que resumen bastante bien la importancia de los objetivos sobre las acciones concretas:
<< No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va >>
Un saludo y hasta la próxima!
me parece que es muy cierta la disertacion pero no solo en terapia asistida sino mucho mas alla , me pongo a reflexionar y podria extrapolarlo a mi mismo a mi negocio etc,, y a las relac