¡Buenas!
Visto el panorama actual, con más de dos semanas de confinamiento por el COVID-19, he estado pensando en actualizar el blog con alguna recomendación. Y, no sé bien cómo ha podido ser (…), me ha venido a la mente un texto muy interesante que habla sobre un aspecto poco evidente de la interacción humano-animal. Hoy comentamos un capítulo de libro titulado «Animal dung: Rich ethnographic records, poor archaeological evidence«. Efectivamente, hoy hablamos de excrementos animales.
[Junio de 2024: He visto que el capítulo está disponible online, así que lo he actualizado para enlazarlo].
Los animales y la evolución cultural humana
Los seres humanos han copado (casi) todos los espacios de este planeta aprovechando unas pocas características diferenciales: no somos la especie más rápida, ni más fuerte ni más resistente, pero sí que sabemos colaborar y podemos aprovechar herramientas con usos que no hemos aprendido previamente. La historia de la domesticación no habla sólo de qué hicimos a otras especies animales (y vegetales) sino, también, de cómo estas otras especies determinaron nuestra supervivencia.
En este contexto, los autores de este capítulo (Marta Moreno García y Carlos Pimienta) traen una reflexión interesante sobre cómo la ganadería nos ha ayudado a sobrevivir y adaptarnos en entornos hostiles. Por lo general, si preguntamos a niños de primaria por los recursos que vacas, ovejas o gallinas nos proporcionan, las respuestas más probables harán referencia a la leche, los huevos, la lana o la carne. Pero este capítulo reflexiona en otra dirección:
“While we tend to think of livestock mainly as a source of meat and milk, in practice they produce more dung than anything else” [Aunque tendemos a pensar en el ganado como una fuente de carne y leche, en la práctica, produce más excrementos que ninguna otra cosa](Sillar, 2000: 46).
Como yo siempre he vivido en un entorno urbano, los excrementos nunca me han parecido un recurso valioso para el día a día. A nadie se le escapa que pueden tener un uso como fertilizantes del suelo, pero la falta de contacto directo con el sector agrario limita mucho mi inventiva sobre el asunto.
Usos de los excrementos como recurso
Los autores realizaron un estudio etnográfico en Jebala (Jbala), una zona montañosa de Marruecos que se organiza en pequeñas villas de unas 20 familias. La ganadería extensiva es uno de los pilares de su economía y subsistencia, incluyendo burros, vacas y cabras.
La comunidad estudiada rara vez obtiene carne de estos animales, pero barre y acumula diariamente los excrementos que generan. Estos son secados al sol, en unos perímetros delimitados con piedras para evitar que sean esparcidos -o pisados…- antes de su uso. Cada familia dispone de su propia área de secado cerca de su vivienda y se entiende que ese material es propiedad privada, mientras que la recolección en campo abierto es libre.
¿Y qué usos se les da a este material, más allá de la fertilización del suelo de siembra? Pues aparecen tres grandes opciones:
- Combustible: los hornos de alfarería son alimentados con este material, que arde y tiene buena capacidad calorífica.
- Material de construcción: los excrementos pueden servir para recubrir construcciones de madera o entramado vegetal, ganando rigidez al secarse por completo.
- Fabricación de recipientes: mezclados con barro dan lugar a un material maleable que permite su cocción en el horno.
¿Es esto un hecho aislado?
Estos usos no son, ni mucho menos, únicos. Hace unos años, el gobierno indio tuvo que pedir que no se quemara estiércol de vaca en los alrededores del Taj Mahal porque estaba coloreando el monumento. También es conocido como las tribus Masai aprovechan las bostas de vaca para recubrir y sellar sus viviendas.
Debo reconocer que cuestiones como éstas son, en parte, las que me hicieron interesarme por el ámbito de la interacción humano-animal. Si el lector prueba a comentarlo con sus conocidos, es probable que estos consideren que el tema es anecdótico y carente de valor… pero, en realidad, nos habla de cómo el ser humano se las ha apañado para sobrevivir. Ignorar el papel que estos elementos han tenido en nuestra supervivencia refleja una forma de pensar muy egocéntrica, que no da cabida a las muchas historias que nos han traído hasta aquí -y que siguen vigentes en algunos puntos del mundo-.
Dicho esto, supongo que el mejor cierre posible es animar a estar más pendientes de cuestiones tan nimias como los excrementos. ¡Aunque sea para no pisar en falso!
REFERENCIA:
Moreno-García, M. y Pimienta, C.M. (2011). Animal dung: Rich ethnographic records, poor archaeological evidence. En U. Albarella y A. Trentacoste (eds.), Ethnozooarchaeology: The present and past of human-animal relationships, pp. 20-28. Oxford: Oxbow Books.